Un par de horas más tarde, la diligencia se detuvo en casa de la viuda Jane. Al conductor siempre le gustaba tomarse una taza de «café» con la viuda de camino a Billy.
Cuando hablaba de una taza de café no se refería realmente a una taza de caé. Tenía un romance con la viuda, y hacía una parada con la diligencia en su casa e invitaba a entrar a todos los pasajeros. La viuda les daba a cada uno una taza de café y siempre había una bandeja grande de rosquillas caseras sobre la mesa de la cocina.
La viuda Jane era una mujer muy delgada pero jovial, a sus cincuenta y pocos años.
A continuación el conductor, con la ritual taza de café en la mano, subía arriba en compañía de la viuda. Los pasajeros se acomodaban en la cocina, bebían café y comían rosquillas mientras el conductor permanecía arriba, en el dormitorio de la viuda, y se tomaba el «café».
El crujir de los muelles de la cama estremecía la casa como una lluvia mecánica.
Cuando hablaba de una taza de café no se refería realmente a una taza de caé. Tenía un romance con la viuda, y hacía una parada con la diligencia en su casa e invitaba a entrar a todos los pasajeros. La viuda les daba a cada uno una taza de café y siempre había una bandeja grande de rosquillas caseras sobre la mesa de la cocina.
La viuda Jane era una mujer muy delgada pero jovial, a sus cincuenta y pocos años.
A continuación el conductor, con la ritual taza de café en la mano, subía arriba en compañía de la viuda. Los pasajeros se acomodaban en la cocina, bebían café y comían rosquillas mientras el conductor permanecía arriba, en el dormitorio de la viuda, y se tomaba el «café».
El crujir de los muelles de la cama estremecía la casa como una lluvia mecánica.
RICHARD BRAUTIGAN. El monstruo de Hawkline. Capítulo: «Café» con la viuda.
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